Antes del impresionismo no había sombras azules.

Oscar Wilde

Paraguas, de Renoir

Es fácil que la mayoría hayáis oído hablar del impresionismo e incluso de alguno de sus representantes, como Monet, Pissarro, Degas, Van Gogh (a pesar de ser un autodidacta), Manet o Renoire, aunque la nómina es mucho más larga, e, incluso, alguno fuera capaz de definirlo como un movimiento artístico surgido en Francia, allá por el siglo XIX y que pudiera recordar alguna pintura como Los girasoles, Las amapolas, Olympia, El almuerzo sobre la hierba o La clase de danza… Pero estoy seguro de que muy pocas personas posean la capacidad de definir con exactitud qué es el impresionismo. Creo que ni los propios impresionistas lo sabrían.

Sin embargo, el impresionismo posee ciertas características comunes que lo podrían identificar como un movimiento compacto, a pesar de sus múltiples realizaciones. En primer lugar, supuso una ruptura con la tradición de la pintura europea considerada como canónica y magistral, es decir, lo adecuado y, por lo tanto, modelo a seguir. Los impresionistas, al incorporar los nuevos métodos surgidos de las recientes investigaciones científicas sobre la física del color, buscando lograr una representación más exacta del tono y los colores de la realidad, se enfrentaron a la incomprensión de los principios académicos y, por consiguiente, al rechazo de sus obras.

El impresionismo se puede considerar el primer movimiento claramente moderno en la pintura. Desarrollándose en París en la década de 1860, su influencia se extendió por toda Europa y, eventualmente, por los Estados Unidos. Sus creadores fueron artistas que rechazaron las exposiciones oficiales, sancionadas por el gobierno, o ferias, y por lo tanto fueron refutados por poderosas instituciones artísticas académicas. Los impresionistas apuntaban a capturar el efecto momentáneo y sensorial de una escena, la impresión que los objetos hacen en el ojo en un instante fugaz. Para lograr este efecto, muchos artistas impresionistas se trasladaron del estudio a las calles y al campo, pintando al aire libre.

Nympheas (1920) de Claude Monet

El cambio de la metodología provocó un cambio en la mirada, pues la utilización de la pintura en pequeños toques de color puro en lugar de trazos más amplios y el intento de captar el instante de luz, enfatiza la percepción del artista tanto en el tema como en el sujeto. Por esta razón, muchos críticos reprocharon las pinturas impresionistas por su apariencia inacabada y la calidad aparentemente amateur.

El paisaje pasa a ser el tema principal y, cuando aparecen figuras humanas, son un pretexto para dar valor a la extensión descrita. El color blanco para la luz y el negro para las sombras dejan de utilizarse, creándose esos efectos a partir de los diferentes matices de los distintos colores. Y en lienzo desaparece el punto de fuga, dejándose la perspectiva en función de la mirada del observador sobre las diferentes capas.

La hora del baño (1904) de Joaquín Sorolla

Es decir, en el estilo impresionista el artista intenta capturar la imagen de un objeto como cuando alguien lo ve si simplemente lo mira. Sus cuadros son explosiones de color, de luz y movimiento. Los impresionistas aspiraban a ser pintores de lo real y a extender su gama de temas en sus pinturas, como las terrazas de los bares, las estaciones de ferrocarril, los amplios bulevares, escenas de cabarets, los reflejos sobre el agua… alejándose de las representaciones de formas idealizadas y de la simetría perfecta y concentrándose en el mundo tal como lo veían, imperfecto de muchas maneras. Tal vez la idea impresionista principal fue capturar una fracción de segundo de la vida, un momento efímero del tiempo en el lienzo: la impresión. Partían de la base científica de que lo percibido por el ojo y lo que entiende el cerebro son dos cosas diferentes, por eso, ellos intentaron captar lo primero, los efectos ópticos de la luz, para transmitir el paso del tiempo, los cambios en el clima y otros cambios en la atmósfera en sus lienzos. Su arte no dependía necesariamente de representaciones realistas.

Pero, como siempre ocurre, cuando el tronco se desarrolla, comienzan a salirle las ramas, y mientras que el término impresionista cubriría la parte central de este movimiento durante gran parte de ese tiempo, no tardaron en aparecer nuevas extensiones donde se agrupaban las obras realizadas por diferentes métodos, así llegaron el puntillismo, el art Nouveau y el fauvismo, todos desarrollados desde el propio impresionismo.

Le palais de Papes, Avignon (1900) de Paul Signac

Puntillismo es la técnica que usa muchos pequeños puntos de color para dar a una pintura una mayor sensación de vitalidad cuando se ve desde la distancia. Los puntos de igual tamaño nunca se fusionan en la percepción del espectador, resultando un efecto brillante. Uno de sus principales representantes fue Seurat, quien formó parte del movimiento neo-impresionista junto con Pissarro, Gauguin, Matisse, Toulouse-Lautrec o Signac, y todos recorrieron el proceso hacia el puntillismo.

Flores amarillas, de Van Gogh

Pero ¿cómo comenzó todo? ¿Cuál fue el detonante de este cambio?  Pues, curiosamente, el primer paso lo dio un pintor plenamente realista, Gustav Courbet, quien llevado por su ideología cercana al socialismo revolucionario y por su manifiesto enfrentamiento al pensamiento academicista artístico y literario, pues él pensaba que la misión del pintor realista era reflejar las escenas de la vida cotidiana en sus lienzos, en lugar de los desnudos idealizados y representaciones gloriosas de la naturaleza que eran los temas recurrentes de sus coetáneos, ya que Francia estaba gobernada por un régimen opresivo cuya política abocaba a gran parte de la población a vivir en una enorme pobreza, enfrentamiento éste que le llevó a sufrir el rechazo del jurado de la Exposición Universal de París de 1855 hacia algunas de sus obras, en vista de lo cual decidió abrir una exposición individual en las cercanías al Campo de Marte con el título de El pabellón del Realismo, lo que descubrió una nueva vía para que los artistas comenzasen a promocionar sus creaciones por sí mismos y al margen del estamento oficial.

Le déjeuner sur l’herbe (1863) de Manet

El segundo paso llegó en 1863, en el salón de arte anual, el evento más importante del mundo del arte francés, causado por no permitir la participación de un gran número de artistas, lo que provocó protestas públicas. El mismo año, el Salon des Refusés, en respuesta a esta provocación, se permitió la exhibición de obras de artistas a los que anteriormente se les había negado la entrada al salón oficial. Algunos de los expositores fueron Paul Cézanne, Camille Pissarro, James Whistler y el antiguo iconoclasta Édouard Manet. Aunque promovida por las autoridades y sancionada por el emperador Napoleón III, la exposición de 1863 causó un escándalo, en gran parte debido a los temas y estilos poco convencionales de obras como Le déjeuner sur l’herbe (1863) de Manet, que presentaba hombres vestidos y mujeres desnudas, pero no en un desnudo clásico, sino natural, disfrutando de picnic de la tarde.

Olympia (1863) de Manet

Édouard Manet fue uno de los primeros y más importantes innovadores en aparecer en la escena de la exposición pública en París. Aunque creció admirando a los maestros antiguos, comenzó a incorporar un estilo de pintura innovador y más holgado y una paleta más brillante a principios de la década de 1860. También comenzó a centrarse en imágenes de la vida cotidiana, como escenas en cafés, tocadores de señoras o en la calle. Su estilo anti académico y sus sujetos de atención más modernos pronto atrajeron la atención de artistas al margen e influyeron en un nuevo tipo de pintura que divergiría de los estándares del salón oficial. Al igual que Le déjeuner sur l’herbe, sus otros trabajos, como Olympia (1863), dieron a los grupos emergentes ideas para representar lo que anteriormente no era considerado digno del arte.

Los bebedores de absenta, Degás

Los pintores impresionistas gustaban de reunirse en los cafés parisinos donde discutían de pintura o sobre el arte en general. Uno de los más concurridos fue el Café Guerbois en Montmartre, frecuentado por Manet, Renoir, Sisley, Monet, Degas, Cézanne, Pissarro, Caillebotte y Bazille. A ellos se les juntaban otras personalidades del mundillo creativo, como escritores, sobre todo Emile Zola, críticos y fotógrafos, como Nadar. Estas reuniones eran un conjunto de lo más variopinto tanto en niveles económicos como en puntos de vista políticos, por ejemplo, Monet, Renoir y Pissarro tenían antecedentes de clase baja y trabajadora, mientras que Morisot, Caillebotte y Degas tenían raíces de la alta burguesía. O, por otro lado, Mary Cassatt era mujer y estadounidense y Alfred Sisley era anglo-francés.

Moulin Rouge (1890) de Henri de Toulouse-Laoutrec

Aunque al principio todavía no les unía ningún estilo en particular, el nuevo grupo compartió un sentido general de antipatía hacia los estándares académicos dominantes de las bellas artes, y decidió unirse en el grupo Société Anonyme des Artistes Peintres, Sculpteurs, Graveurs, etc. En general, todos los pintores tuvieron un éxito financiero muy limitado y pocos trabajos aceptados en las exposiciones de salones en París. Así que realizaron una exposición alternativa en 1874 en el estudio del fotógrafo Felix Nadar. No fue hasta la tercera exposición en 1877 que comenzaron a llamarse a sí mismos los impresionistas. Si bien su primera exposición recibió una atención pública limitada y la mayoría de las ocho exposiciones que se realizaron en realidad costaron dinero en lugar de ganarlo, sus muestras posteriores atrajeron a un gran público, con una asistencia de miles de personas. A pesar de la atención, la mayoría de los miembros del grupo vendieron muy pocas obras en todos los años en que se realizaron las exposiciones, y algunos de los artistas fueron increíblemente pobres durante muchos de estos años.

Une baignade à Asniéres (1883) de Georges Seurat

Curiosamente el nombre les vino dado por una crítica hostil del comentarista francés Louis Leroy, quien, tras visitar la primera gran exposición de 1874, acusara al grupo de pintar nada más que impresiones. Sin embargo, los artistas, quienes se referían a sí mismos como los “independientes”, en vez de sentirse ofendidos, adoptaron el término y pasaron a denominarse “impresionistas”, aunque sus estilos practicados variaban considerablemente, pero les unía un interés común en la representación de la percepción visual, basada en impresiones ópticas fugaces, y el enfoque en lo efímero.

Impresión. Salida del sol (1873) de Claude Monet
La clase de danza, Degas

Tal vez el pintor más célebre de los impresionistas sea Claude Monet. Se hizo popular entre sus compañeros por su dominio de la luz natural y por pintar el mismo tema en diferentes momentos del día en un intento de capturar las condiciones cambiantes. Solía pintar impresiones simples o sutiles de sus sujetos, utilizando pinceladas muy suaves y colores sin mezcla para crear un efecto de vibración natural, como si la naturaleza misma estuviera viva en el lienzo. No esperaba a que la pintura se secara antes de aplicar capas sucesivas, esta técnica conocida como “mojado en mojado” producía bordes más suaves y borrosos que sugerían un plano tridimensional, en lugar de representarlo de manera realista. La técnica de Monet de pintar al aire libre se practicó ampliamente entre los impresionistas. Heredado de los pintores paisajistas de la Escuela Barbizon, este enfoque condujo a innovaciones en la representación de la luz solar y el paso del tiempo, que eran dos motivos centrales de la pintura impresionista. Si bien Monet se asocia en gran parte con la tradición del aire, Berthe Morisot, Camille Pissarro, John Singer Sargent, Alfred Sisley y otros, también pintaron en el exterior para crear sus lúcidas representaciones de la fugacidad del mundo natural.

Otros impresionistas, como Edgar Degas, estaban menos interesados en pintar al aire libre y rechazaron la idea de que la pintura debería ser un acto espontáneo. Considerado un dibujante y retratista altamente cualificado, Degas prefería las escenas interiores de la vida moderna: personas sentadas en cafés, músicos en un foso de orquesta, bailarines de ballet que realizan tareas mundanas en el ensayo. También tendió a delinear sus formas con mayor claridad que Claude Monet y Camille Pissarro, usando líneas más duras y pinceladas más gruesas.

Moulin de la Gallette (1876) de Pierre-Auguste Renoir

Del mismo modo, otros artistas como Pierre-Auguste Renoir, Berthe Morisot y Mary Cassatt se centraron en la figura y la psicología interna del individuo. Renoir, conocido por su uso de colores vibrantes y saturados, describió las actividades diarias de individuos de su vecindario de Montmartre y, en particular, retrató los pasatiempos sociales de la sociedad parisina. Sin embargo, Renoir, como Morisot y Cassatt, también pintaban al aire libre, enfatizaba los atributos emocionales de sus sujetos, utilizando pinceladas ligeras y sueltas para resaltar la forma humana.

The Cradle, Morisot

Morisot, la primera mujer en exponer con los impresionistas, se centró en la figura femenina y la vida privada de las mujeres en la sociedad de finales del siglo XIX, creando composiciones ricas que destacaban la esfera íntima, altamente personal, de la sociedad femenina y a menudo enfatizando el vínculo materno entre la madre y el niño en pinturas como The Cradle (1872). Junto con Mary Cassatt, Eva Gonzales y Marie Bracquemond, fue considerada una de las cuatro figuras femeninas centrales del movimiento.

Cassatt, una pintora estadounidense que se mudó a París en 1866 y comenzó a exponer con los impresionistas en 1879, se centró en el círculo privado del hogar, pero también representó a la mujer en los espacios públicos de la ciudad recién modernizada, como en su pintura En el palco (1879). Su trabajo presenta una serie de innovaciones, incluida la reducción del espacio tridimensional y la aplicación de colores brillantes e incluso llamativos en sus pinturas, que anunciaron desarrollos posteriores en el arte moderno.

En el palco (1879) de Mary Cassatt

Gran importancia tuvo la renovación urbana por parte del barón Georges-Eugène Hausmmann realizada en París durante la década de 1860, buscando modernizar la ciudad y centrándose en la construcción de amplios bulevares, que pronto se convirtieron en el centro de la actividad social pública y que produjo la figura del “flaneur” (holgazán), un caballero ocioso que paseaba por las calles de la ciudad, observándolo todo, pero totalmente aislado de la multitud, actitud esta de desapego que estaba estrechamente asociado con la modernidad y el aislamiento del individuo dentro de la metrópoli, algo que también plasmarían muchos impresionistas en sus obras.

Paris, Rainy Day (1877) de Gustave Caillebotte

Estos temas de urbanidad aparecen en el trabajo de Gustave Caillebotte, un defensor tardío del movimiento impresionista, que se centró en las vistas panorámicas de la ciudad y la psicología de sus ciudadanos. Aunque con un estilo más realista que otros impresionistas, las imágenes de Caillebotte como Paris, Rainy Day (1877) representan la reacción del artista ante la naturaleza cambiante de la sociedad moderna, mostrando un “flaneur” en su característico abrigo negro y sombrero de copa, paseando por el espacio abierto de El bulevar contemplando a los transeúntes.

Boulevard des Capucines (1873) de Monet

Otros impresionistas describieron las fugaces impresiones y movimientos de la metrópolis en paisajes urbanos como el Boulevard des Capucines (1873) de Monet o The Boulevard Montmarte, Afternoon (1897) de Pissarro. De manera similar, estas obras enfatizan la disposición geométrica del espacio público a través de la delineación cuidadosa de edificios, árboles y calles. Al aplicar pinceladas crudas y rayas de color impresionistas, evocan el ritmo rápido de la vida moderna como una faceta central de la sociedad urbana de finales del siglo XIX.

The Boulevard Montmarte, Afternoon (1897) de Pissarro

Pero sería un marchante de arte, Paul Durand-Ruel, quien llevaría al movimiento impresionista a sus mayores cotas de aceptación y gloria al llevar estas obras a las galerías de los Estados Unidos de América a finales de la década de 1880, exhibiéndolas por las principales ciudades, como Nueva York, Filadelfia o Chicago y vendiendo, en pocos días, mucho más de lo que hasta entonces se había vendido en Europa, disparándose los precios de las mismas hasta diez veces más del que tenían al principio, convirtiendo, por ejemplo, en millonario a Monet, y creando un interés enorme entre los artistas americanos que en grupos comenzaron a llegar a Francia para aprender de los artistas locales, principalmente de Monet.

Still Life with Fruit Basket by Cezanne.jpg

Pero con el paso del tiempo los estilos fueron evolucionando y llegamos a Paul Cézanne, quien fue el artista puente entre el impresionismo y el posimpresionismo, así como Manet lo fue en su tiempo entre el realismo y el impresionismo. Cézanne, con sus pinceladas amplias y repetitivas, se acercó más hacia la estructura de las formas, deseando descomponer los objetos en sus componentes geométricos básicos y representar solo lo esencial. De aquí al cubismo de Picasso y Braque solo había un paso.

La débâcle (1892) de Theodore Robinson