A finales del verano de 1937, el joven Franz Huchel abandona el “agujero lluvioso” de su Attersee natal para buscarse la vida en Viena, donde encuentra trabajo en un puesto de venta de diarios y tabaco en el que confluyen las clases populares y la burguesía judía, un lugar idóneo para satisfacer su deseo de comprender una realidad subyugante.

Estamos a caballo entre los años 1937 y 1938, en la Austria expectante y atemorizada ante el creciente poder del partido nacionalsocialista que le llevará a ser ocupada por las tropas alemanas para pasar a formar parte del Tercer Reich.

Franz consigue un trabajo como aprendiz de ‘trafikant’, así se les denomina en Austria a los expendedores de tabaco, periódicos, revistas y artículos de papelería, además de billetes para el transporte público o los aparcamientos, que es de donde les viene el nombre, es decir, por el comercio del tráfico rodado, tal vez por influencia del italiano, ya que en alemán a los vendedores de tabaco se les llama ‘Tabakverkäufer’, por lo tanto no confundir tampoco con ‘Menschenhändler’ o ‘persona que se dedica a comerciar de forma ilegal o con mercancías o con productos prohibidos por la ley’.

El monopolio estatal del tabaco comenzó en Austria con el emperador Josef II, allá por 1784, y las licencias de los estancos les eran otorgadas, casi en exclusividad, a los heridos de guerra y, posteriormente, a personas discapacitadas, manteniéndose esta costumbre hasta 1995 que, con la incorporación de Austria a la Unión Europea, los monopolios fueron prohibidos.

El caso es que Otto Trsnjek, un antiguo amor de verano de la madre de Franz, regentaba este negocio gracias a la herida recibida en la Primera Guerra Mundial y que le inutilizó una pierna. Lo primero que vio Franz al llegar ante su nuevo hogar fue un letrero metálico donde ponía: “Estanco Trsnjek. Prensa. Artículos de papelería. Tabaco. Desde 1919”. Y lo primero que Otto le pidió fue que leyera atentamente los periódicos todos los días para estar políticamente informado. Y eso hizo Franz, además de oler el tabaco, aprender el gusto de los clientes habituales y mantener una estrecha correspondencia con su madre.

Ese otoño Franz conoce al psicoanalista Sigmund Freud, uno de los clientes del estanco a quien Otto trata con gran respeto y por quien Franz no tarda en tener una creciente admiración. Freud es judío y eso desconcierta un poco a Franz al principio, pero pronto se le olvida y deja de tener importancia. Aquél es quien aconseja a su joven nuevo amigo que debe buscar una buena chica, por lo que Franz sale una tarde, tras cerrar el negocio, hacia el Prater de Viena donde se enamora de una muchacha de Bohemia quien, como en los cuentos de hadas, desaparece al final de la tarde. Al regresar se encuentra con que alguien ha escrito con sangre de animal, sobre el escaparate del estanco, una frase insultante hacia Otto por ser amigo de los judíos. Trsnjek acusa de ello al carnicero vecino Roβhuber, tachándolo públicamente de nazi.

Y a partir de aquí comienza una entrañable y desconcertante novela sobre personas corrientes cuyas vidas se van a ver alteradas por lo que se ha venido a llamar ‘las fuerzas de la historia’ sin dejar de ser, simplemente, el empuje de la estupidez y maldad humanas. Una narración donde se entremezclan y se confunden los momentos de angustia de estar enamorado con los procedentes de los acontecimientos políticos de aquellos momentos, los cuales venían de algún tiempo atrás.

Desde marzo de 1933 hubo un gobierno fascista en Austria, aunque de corte nacionalista austriaco y contrario a la anexión de su país por Alemania, por lo que en junio se prohibió el NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi) en su versión austriaca, quienes, al año siguiente, intentaron llevar a cabo un golpe de estado el cual fracasó. En los próximos años, el canciller Schuschnigg intentó por todos los medios impedir el ‘Anschluss’, o anexión de Austria al Reich alemán, y en 1936, el recién fundado Partei Österreichs (Partido de la Libertad de Austria) es declarado el único partido legal. En el llamado Acuerdo de Julio, Hitler aseguró la independencia de Austria en 1936, a cambio exigió concesiones de gran alcance a los nacionalsocialistas. Como resultado, pudieron expandir su influencia en todo el estado. En febrero de 1938, Hitler obligó a Schuschnigg a nuevas concesiones, sin embargo, éste convocó un plebiscito a favor de una Austria libre para el 13 de marzo. Pero el 11 de marzo, Schuschnigg se vio obligado a rendirse ante las amenazas masivas y violentas de Hitler: renunció al referéndum y abdicó. El 12 de marzo, las tropas alemanas invadieron Austria. Bajo los vítores de la población, Hitler proclamó en Linz el «Anschluss» de Austria al Reich alemán.

Esta es la historia que se narra en los libros académicos, pero de ella nos vamos enterando en la novela por las consecuencias que van soportando, o sufriendo, los protagonistas.

“El vendedor de tabaco” quería ser, según declaraciones de Robert Seethaler, una novela sobre Freud, pero al final se le convirtió en una historia de madurez, de crecimiento personal, pues el joven Franz Huchel va formándose con los diferentes desafíos que le van apareciendo en una ciudad totalmente desconocida para él y, posteriormente, con toda la serie de nuevas e impensadas experiencias que le van cayendo encima, sus horizontes se amplían dolorosamente a la vez que su vida se vuelve confusa y complicada.

La novela no está dividida en capítulos, sino estructurada cronológicamente en su mayor parte. También contiene algunos flashbacks (analepsis), en los que Franz Huchel recuerda su infancia en el Attersee. Las interpretaciones preliminares (prolepsis) se refieren al empeoramiento de la situación política en Austria y son introducidas por Otto Trsnjek o Sigmund Freud en sus conversaciones. En las postales y en las cartas, Franz y su madre reflejan tanto sus experiencias personales como los desarrollos políticos, intercalándose éstas en letra cursiva entre el texto, al igual que las tarjetas con sus sueños que cuelga del escaparate.

Robert Seethaler utiliza un estilo llano y desenfadado, desdramatizando un tema bastante serio y trágico incluso con varias pinceladas de humor. Su lenguaje es directo y claro, lo que facilita bastante la lectura y, a pesar de usar abundantes metáforas y frases con doble intención, éstas son de uso popular, pero no por ello dejan de revestirlo de cierta calidad poética. El narrador de la historia es en tercera persona, aunque use con frecuencia el estilo directo, lo que simplifica la caracterización de los personajes, siendo los más importantes de ellos: el protagonista Franz Huchel, su madre Frau Huchel, su mentor y amigo Otto Trsnjek, su admirado psicoanalista judío Sigmund Freud y su amada Anezka. “El vendedor de tabaco” es en el fondo una novela profunda que te hace reflexionar sobre muchas situaciones de la vida y sobre el ser humano.

Robert Seethaler es un escritor y actor austriaco, nacido en 1966 en Viena, quien llegó a ser muy conocido como actor de televisión, pero que a partir de 2006 se ha dedicado más profundamente a la literatura, donde ha cosechado varios rotundos éxitos, como con Toda una vida, o la que nos ocupa, El vendedor de tabaco. Sus personajes suelen ser de carne y hueso al mismo tiempo que sabe diseñarlos con la sensibilidad suficiente para que el lector se identifique con ellos, por lo que sus novelas no necesitan ir mucho más allá de las doscientas páginas, a veces ni llegan, para contar una buena historia.