“Selma solía decir que, cada vez que soñaba con un okapi por la noche, podíamos estar seguros de que alguno de nosotros moriría durante las veinticuatro horas siguientes. Y era casi cierto. En una ocasión fueron veintinueve horas: la muerte llegó con retraso. Quizá por eso abrió la puerta de golpe, sin llamar, y quizá el retraso se debió a que había estado dudando hasta el último momento.”

La vida, según Selma, no es un mundo perfecto, sino esa dimensión temporal donde se mezclan la tristeza y la alegría, el sufrimiento con la felicidad, el ser o dejar de serlo, pues todo forma parte de ella, todo de ese destino que no depende de cada persona en individual, ya que la vida es una meta compartida.

Por eso, en los frondosos valles del Westerwald alemán, aunque cada vez que Selma sueña con un okapi todos saben que alguien morirá en el pueblo, ello no es motivo de pánico, sino más bien de reflexión, de arreglar cuentas, de concluir asuntos pendientes, de dar luz a sentimientos callados.

Sin embargo, aunque al principio tengamos esta sensación, más que la muerte es el amor el tema principal de la novela, pero no pensemos en ese amor recurrente de historias trasnochadas, sino en ese otro lleno de magia y misterio que es como un ágape destinado a estrechar los lazos entre las personas, un amor delicado, sutil y, a veces, con una pizca de erotismo repleto de ternura.

Selma es la madre de Peter, el que lo dejó todo (incluso a su perro Alaska, resultado de una recomendación de su psicoanalista como medio para descargar su dolor), lanzándose a recorrer el mundo cuando se separó de su esposa Astrid, la dueña de la floristería, y ambos son los padres de Luise. Selma estuvo casada con Hainrich, quien murió hace mucho tiempo, y es amada en secreto por el mejor amigo de su marido, Dietrich Hahnberg, el óptico, algo que todo el mundo sabe, incluso Selma, a pesar de su silencio impuesto por sus voces internas. Y la cuñada de Selma es Elsbeth, una mujer mágica siempre rodeada de conjuros y hierbas que utiliza para curar cualquier dolor, desde un amor perdido hasta los partos complicados de las vacas, pasando por las hemorroides.

Por su parte, Luise, cuando era niña, tuvo un amigo llamado Martin que quería ser levantador de pesas mientras su padre, Palm, bebía para olvidar que no podía olvidar; luego, ya de joven, Luise se enamora de Frederik, un monje budista que vive en Japón, y cuando él no está, intenta hacer brotar una sonrisa de la triste Marlies.

Todo un universo, en fin, de personajes entrañables, incluyendo a los que todavía no hemos mencionado, como Albert, el señor Röder o los gemelos, que forman una comunidad, se cuidan mutuamente y están ahí en función de los otros.

“Cuando Selma soñó con un okapi”, que en alemán, su idioma original, se titula “Was man von hier aus sehen kann”, es decir, “Lo que puedes ver desde aquí”, es una novela hermosa y empática repleta de personas sencillas y escenas maravillosamente extrañas que van narrándonos una historia que abarca poco más de veinte años, los que transcurren desde que Luise era una niña hasta que se convierte en una mujer repleta de algo mágico que intenta negar, pero que no puede ocultar: amor.

Con su lenguaje poético, placentero, directo, sencillo, amable, se lee con suma facilidad. En sí, es una verdadera declaración de amor, no a nadie en particular, sino a toda la comunidad de ese pequeño pueblo donde todo el mundo participa sin excluir a ningún personaje. Y, como suele ocurrir en estos universos rurales, no existen los secretos, ni los más escondidos. Pero un mundo, en fin, pequeño, de límites reducidos que, a pesar de su belleza, puede resultar opresivo.

Selma soñó tres veces con un okapi y tres muertes siguieron a este sueño, por lo que sus vecinos ya acogieron este hecho con resignación fatalista, como se asume aquello que no tiene remedio, así que la mejor postura en estos casos era pensar en cómo emplear las últimas horas de sus vidas.

Pero si os preguntáis por qué Mariana Leky ha elegido este asombroso animal de la familia de las jirafas que habita en la selva tropical de África Central, con una altura en la cruz de 2,5 metros y un peso aproximado de 250 kg, que tiene el aspecto de haber sido diseñado con retales de otros animales, la respuesta pude ser que era muy apropiado un ser tan extravagante e improbable para una novela de personajes extraños e incidentes confusos que, gracias a una armonía especial, van encajando a la perfección dentro de esta pintura surrealista de un mundo donde la realidad puede asombrarnos mucho más.

Mariana Leky es una autora alemana nacida en Colonia el 12 de febrero de 1973. Su primer volumen editado fue de relatos y data de 2004, desde entonces ha cosechado hasta doce libros, la mayoría novelas, y varios premios en su país. En 2017 llegaría esta que, hasta el momento, ha sido su mayor éxito.