En este mes de diciembre de 2018 se conmemoran cuatro centenarios de las letras universales, tres fallecimientos: el día 2, cien años de la muerte de Edmond Eugène Alexis Rostand; el día 6, doscientos años de la de Nicholas Rowe, y el 28, murió, hace un siglo, Olavo Bilac. Y un nacimiento, pues el día 11, hace cien años, llegó al mundo Alexander Soljenitsyn.

ROSTAND
A Edmond Eugène Alexis Rostand se le conoce, sobre todo, por su Cyrano de Bergerac, obra escrita en versos, al igual que el resto de sus trabajos, y estrenada en 1997. Basada en un hecho real, es la historia del enamoramiento de Christian de Neuvillette, un soldado francés, por una mujer de clase alta y bastante intelectual llamada Roxane. Como Christian sabe que no está a la altura de ella, solicita la ayuda de su primo, Cyrano de Bergerac, un hombre mucho más mundano e ingenioso que él, para que le escriba las cartas que pretende enviar a la muchacha para impresionarla. Lo que él no sospecha es que Cyrano también está enamorado de la propia Roxane, sin embargo, éste, sabiéndose poco agraciado a causa de su gran nariz, aprovecha la ocasión para decirle a la amada, firmando como Christian, todo aquello que no se atreve a expresarle en persona. De esta forma, Roxane queda tan conmovida con estas misivas que decide casarse con Christian. Pero, y es que en estas obras de enredo siempre haya algunos “peros”, aparece la figura del malvado conde de Guiche, quien, así mismo, ha puesto sus ojos sobre la joven y, para quitarse competencia, decide enviar a los dos primos a luchar en la guerra contra España. Pero mejor lo dejamos aquí y no destripamos nada, pues Cyrano de Bergerac es una deliciosa pieza teatral repleta de ternura y fino humor que es digna de ser leída.
Sin embargo, la producción de Rostad, nacido en Marsella en abril de 1968, no se limitó a Cyrano, pues escribió un buen número de obras que dieron, y dan, bastante trabajo a varias generaciones de actores, entre las más destacadas podemos nombrar: Le Gran Rouge, escrita con tan solo veinte años de edad, aunque en su momento pasó desapercibida. En 1894 estrenó Les Romanesques, con la que ya comenzó a ser conocido y que años más tarde sería adaptada en un musical, The Fantasticks, en los Estados Unidos. En 1987 estrena L’Aiglon, basada en la infeliz figura del hijo de Napoleón. En 1902 ingresó en la Academie Francaise, siendo el escritor más joven en acceder a esta institución, y decidió trasladarse a vivir a su Provence natal con la intención de trabajar en su próxima obra, Chantecler, casándose con la también poeta y dramaturga Rosemonde-Etienette Gerard, con la que tuvo dos hijos. Rostand murió a la edad de cincuenta años, el 2 de diciembre de 1918, a causa de la llamada “gripe española”, siendo enterrado en el Cementerio de Marsella.
Seguidamente podéis disfrutar de un fragmento de Cyrano de Bergerac, justo aquel donde defiende el honor de su nariz:

Cyrano de Bergerac (fragmento) ¡Callaos! Tengo una idea. Desde aquí desafío a toda la platea. Acércate tú, valiente. Uno a uno, quiero veros frente a frente. ¿Quién será el primero en la lista...? ¿Vos, señor? No. Al primer duelista lo despacharé con honor, con coraje y sin miedo. Los que quieran morir que levanten el dedo. El pudor os prohíbe ver desnudo mi acero. ¿Ni un hombre? ¿Ni un dedo? Muy bien; seré sincero. Borraré de la escena a este absurdo jabalí utilizando con urgencia mi bisturí. ¿Qué pasa? ¿No os gusta mi nariz? ¿Os parece un poco grande? Eso es muy corto, joven; yo os abono que podríais variar bastante el tono. Por ejemplo, agresivo: ¿Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara?. Amistoso: ¿Al beber, se baña en vuestro vaso o un embudo usáis al caso? Descriptivo: ¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas, ¿qué digo? ¡Si es cordillera! Curioso: ¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja, o de escritorio? Burlón: ¿Tanto a los pájaros amáis, que en vuestro rostro una rama gorda les dejáis? Brutal: ¿Podéis fumar sin que el vecino grite ¡Fuego en la chimenea!? Fino: Para capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros. Solícito: Compradle una sombrilla, el sol ardiente su color mancilla. Previsor: Tu nariz es un exceso; buscad a la cabeza contrapeso. Dramático: Evitad riñas y enojos: si os llegara a sangrar os daría un Mar Rojo. Enfático: ¡Oh, nariz!... ¡Qué vendaval te podría resfriar sólo el mistral. Respetuoso: Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano. Ingenuo: ¿De qué hazaña o qué portento en memoria de qué se alzó este monumento? Lisonjero: Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra. Lírico: ¿Es una concha? ¿Sois tritón? Rústico: ¿Eso es una nariz o es un melón? Militar: Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz, ¡terrible ariete!. Y finalmente práctico: ¡ponedla en lotería; el premio gordo esa nariz daría!. ¡Osáis mirar mi nariz esta vil desgariñada!... ¿Qué decís?... ¿Que la victoria quien la ansía no la alcanza?... ¡Si no hay de triunfo esperanza habrá esperanza de gloria!... ¿Qué queréis que haga? ¿Que deje de lado lo que amo y me desespere por alcanzar la gloria, la fama y la fortuna? ¿Qué debo hacer? ¿Buscarme un protector, un amo tal vez, y como hiedra oscura que sube la pared medrando sibilina y con adulación, cambiar de camisa según la ocasión?, no gracias; ¿Dedicar este espectáculo a los banqueros? ¿O convertirme en bufón con la esperanza vil de ver nacer una sonrisa en los labios de un ministro, o besar los pies de un obispo para obtener así su recomendación? No, gracias. ¿Desayunar cada día un sapo, tener el vientre panzón y un papo que me llegue a las rodillas, de tanto hacer reverencias pestilentes? No, gracias. ¿Adular el talento de los camelos, vivir aterrorizado por infames viveros y repetir sin tregua: ¡Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre escrito en letras de oro!? No, gracias. ¿Sentir terror a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas? ¿Traicionar medallas, urdir falacias? No, gracias. No, gracias. No, gracias. Pero cantar, soñar, reír, ¡vivir! estar solo, ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre. Ponerme por sombrero el universo. Por un sí o por un no batirme o hacer un verso; despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación hacia la Luna, sólo al que vale reconocer los méritos. No pagar jamás favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolos... Posiblemente no volar muy alto, pero solo, ¡solo! ¿Cuántos sois? ¿Sois más de mil? ¡Os conozco! ¡Sois la Ira! ¡El Prejuicio! ¡La mentira! ¡La envidia cobarde y vil!... ¿Que yo pacte? ¿Pactar yo? ¡Te conozco, Estupidez! ¡No cabe en mi tal doblez! ¡Morir, sí! ¡Venderme, no! Conmigo vais a acabar. ¡No importa! ¡La muerte espero y en tanto que llega, quiero luchar... y siempre luchar! ¡Todo me lo quitaréis! ¡Todo! ¡El laurel y la rosa! ¡Pero quédame una cosa que arrancarme no podréis! El fango del deshonor jamás llegó a salpicarla; y hoy, en el cielo, al dejarla a las plantas del Señor, he de mostrar sin empacho que, ajena a toda vileza, fue dechado de pureza siempre; y es... mi penacho.

ROWE
Nicholas Rowe nació el 20 de junio de 1674 en Little Barford, Bedfordshire, Inglaterra y murió el 6 de diciembre de 1718 en Londres, siendo el primer escritor inglés en intentar una edición crítica de las obras de Shakespeare. Fue el dramaturgo inglés más importante del siglo XVIII y poeta laureado, trabajando por el resurgimiento de la tragedia británica.
Sus primeras obras The Ambitious Step-Mother (1700) y Tamerlane (1702), recuerdan rememoran en algo al estilo de Dryden, pero ya parecen anticipar el espíritu que caracteriza a su futura The Fair Penitent (1703) y obras posteriores, como The Tragedy of Jane Shore (1714), donde imita el estilo de Shakespeare, al igual que The Tragedy of the Lady Jane Gray (1715), la cual es su obra más conocida. Su única comedia, The Biter (1704), fue un fracaso.
Para contrarrestar el largo poema anterior, os ofreceré uno mucho más pequeño de Rowe, pero no menos bello e intenso:

El valiente Los valientes nunca rechazan la luz; Justos son sus pensamientos, y sus ánimos son abiertos; Sin disimular, aman y odian libremente; Todavía se encuentran en la cara limpia del día, Y el cielo y los hombres son jueces de sus acciones.

BILAC
Olavo Bilac, nacido el 16 de diciembre de 1865, en Río de Janeiro, y muerto en la misma ciudad el 28 de diciembre de 1918 fue un poeta, cuentista y periodista brasileño, autor de la letra del Himno a la Bandera, y uno de los principales representantes del Movimiento Parnasiano, donde primaba el aspecto formal del poema, buscando palabras raras, rimas ricas y rigidez de las reglas de la composición poética, así mismo, fue miembro fundador de la Academia Brasileña de Letras.
Publicó sus primeros poemas en la Gaceta Académica, en 1883, pero cinco años más tarde publicó su primer libro, Poesías, donde ya demuestra su compromiso con el parnasianismo.
Participó activamente en la política de su país. Republicano y nacionalista, fue perseguido por el gobierno del mariscal Floriano Peixoto, por que tuvo que esconderse en Minas Gerais, aunque al poco tiempo fue arrestado en 1893.
En 1907 fue nombrado el “Príncipe de los Poetas Brasileños”. Ejerció varios cargos públicos: oficial de la Secretaría de Interior, inspector escolar y secretario en las Conferencias Panamericanas de Río y Buenos Aires. Fue un ferviente activista a favor de la alfabetización de Brasil.
Los temas más comunes de su poesía, profundamente parnasiana, van desde la mitología grecorromana, pasando por el patriotismo y el amor, hasta el lirismo, donde se preocupa sobre la muerte o el sentido de la vida.
Seguidamente os ofrecemos un soneto de Bilac titulado Vanidad y cuya traducción se debe a Miguel Rasch-Isla:

Vanidad Ciego, febril, insomne, con nerviosa porfía, pule el artista el mármol de la estrofa anhelada: quiérela palpitante, quiérela emocionada, quiere infundir al mármol un temblor de agonía. Triunfa gallardamente de la forma bravía; lucha, repule, y la obra resplandece acabada: -“¡Mundo que con mis manos arranqué de la nada! ¡Hija de mi trabajo!-luce a la luz del día. “Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre, eras la piedra tosca; te di brillo profundo e iricé tus facetas con esmeros de orfebre. Puedo esperar, pues vives, una muerte serena”. E imagina que exhausto rodará al pie del mundo, y, ¡oh vanidad! sucumbe junto a un grano de arena.

SOLZHENITSYN
Aleksandr Solzhenitsyn nació el 11 de diciembre de 1918 en Kislovodsk, Rusia. Asistió a la Universidad de Rostov-na-Donu y se graduó en el departamento de matemáticas y física, pero pronto pasó a luchar en la Segunda Guerra Mundial. Su destino cambiaría en 1945, cuando fue arrestado por cartas que había escrito a un amigo de la escuela que criticaban a Joseph Stalin. Posteriormente a su arresto, Solzhenitsyn pasó ocho años en prisiones y campos de trabajo y tres años en el exilio.
En 1956, a Solzhenitsyn se le permitió establecerse en el centro de Rusia, donde enseñó matemáticas y comenzó a escribir en serio. A principios de la década de 1960, cuando el control del gobierno se aflojó en Rusia, Solzhenitsyn vio su novela corta, Un día en la vida de Ivan Denisovich, publicada en Novy Mir, una de las principales revistas literarias. Basándose en sus propias experiencias, Ivan Denisovich describe un día en la vida de un preso de la era de Stalin, y fue la primera obra de este tipo en aparecer en la Rusia posterior a Stalin.
En 1964, sin embargo, la marea política pronto se volvió contra Solzhenitsyn cuando Nikita Khrushchev cayó del poder y se restablecieron las restricciones a las actividades culturales. Solzhenitsyn perdió los privilegios de publicación aprobados por el gobierno y pronto tuvo que recurrir a la publicación por medios clandestinos. A pesar de la naturaleza opresiva de su tierra natal durante este tiempo, Solzhenitsyn tuvo éxito a nivel internacional, ya que los editores en el extranjero se esforzaron por publicar su trabajo.
El primer círculo apareció en 1968, y Sala de cáncer lo siguió más tarde ese año. Estas obras aseguraron a Solzhenitsyn el Premio Nobel de Literatura de 1970, pero no fue a Estocolmo para la ceremonia porque temía que no fuera readmitido en la Unión Soviética cuando regresara.
En 1973, Archipiélago Gulag, un registro histórico-literario del sistema soviético de prisiones y campos de trabajo que se convirtió en un monstruo con múltiples tentáculos bajo Stalin, comenzó a aparecer a plazos en París y la KGB requisó el manuscrito siendo acusado de traición y exiliado de la Unión Soviética. Finalmente, viajó a los Estados Unidos y se estableció en los alrededores de Vermont, donde continuó escribiendo.
En 1989, Novy Mir publicó los primeros extractos aprobados por el gobierno de Arkhipelag Gulag. La ciudadanía soviética de Solzhenitsyn fue restaurada un año después y regresó a Rusia cuatro años más tarde.
En 1998, su autobiografía comenzó a aparecer a plazos. Solzhenitsyn murió cinco años después de que se publicara la última entrega, el 3 de agosto de 2008, en Troitse-Lykovo, cerca de Moscú, Rusia.

Unas frases de Solzhenitsyn Cuando la vida se teje con estambres legalistas surge una atmósfera de mediocridad moral que paraliza los más nobles impulsos humanos. El escritor ha de estar dispuesto a soportar la injusticia, y en eso está el riesgo de su misión. Me detuvieron por culpa de mi ingenuidad. Yo sabía que en las cartas del frente se prohibía hablar de los secretos militares, pero creía que estaba permitido pensar. Sin el toque del aliento de Dios, sin restricciones en la conciencia humana, tanto el capitalismo como el socialismo son repulsivos. No tengo ninguna esperanza en Occidente, y ningún ruso debería tenerla... La excesiva comodidad y prosperidad han debilitado su voluntad y su razón.