Peter Guillam, leal colega y discípulo de George Smiley en los servicios secretos británicos – también conocidos como el Circus –, disfruta de una jubilación en la finca familiar de la costa meridional de Bretaña cuando una carta de una antigua organización lo insta a regresar a Londres.
“Cada hombre nace como muchos hombres, y muere como uno solo”.
Heidegger

En esta ocasión considero que es importante comenzar hablando del autor. Si alguien escribe con autoridad sobre sus temas, es este hombre que antes de escritor fue agente del servicio de inteligencia británico, es decir un espía como los que aparecen en sus novelas.
John le Carré, cuyo verdadero nombre es David John Moore Cornwell, nació en Poole, Dorset, Inglaterra, el 19 de octubre de 1931. Gran parte de su infancia la pasó en internados a causa del abandono del hogar, por parte de su madre, y del ingreso en prisión por estafador, por parte de su padre.
Con dieciséis años marcho a Suiza para estudiar en la Universidad de Berna. Allí fue reclutado por el M16, el Servicio de Inteligencia Secreto inglés, también conocido por las siglas SIS, el cual es responsable de las actividades de espionaje del Reino Unido en el exterior. Su trabajo consistía en realizar interrogatorios a los desertores del Este.
En 1952 se matriculó en la Universidad de Oxford, donde fue acusado de espiar a la comunidad universitaria de extrema izquierda bajo las órdenes del M15, o Servicio de Seguridad.
Tras graduarse en 1956, trabajó dos años como profesor en Eton College, pero pronto fue llamado por el M15 y posteriormente por el M16, de cuyas experiencias durante esta época publicó su primera novela, en 1961, titulada Llamada para el muerto (Call for the Dead), donde ya aparece el personaje más recurrente de su universo literario, el agente George Smiley. Claro está que el M16 no le permitía publicar con su verdadero nombre, así que con esta novela también aparece su seudónimo, John le Carré.

Pero el éxito le acudió con su tercera novela, El espía que vino del frío (The Spy Who Came in from the Cold), publicada en 1963 y adaptada para el cine, con el mismo título, dos años más tarde, y cuyo papel protagonista fue interpretado por Richard Burton. Cornwell pidió retirarse del servicio secreto del Gobierno y dedicarse a la escritura a tiempo completo. Desaparecía John Cornwell y llegaba, para quedarse, John le Carré.
A partir de ese momento comenzaron a aparecer diversos títulos, muchos de los cuales eran adaptados para cine o televisión, como La gente de Smiley (Smiley’s People), con la que la BBC creó una exitosa serie protagonizada por Alec Guiness.
En total ha publicado más de treinta libros de los que casi la mitad se han adaptado a películas o series, con títulos tan conocidos como: El sastre de Panamá, El jardinero fiel, El topo, El infiltrado, La casa Rusia. La novela que ahora tenemos entre las manos es su último trabajo publicado en el 2017, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que la escribió a la edad de 86 años.

El legado de los espías tiene un protagonista llamado Peter Guillam, un antiguo colaborador de Smiley, casi llegó a ser su mano derecha, su hombre de confianza, pero hace mucho tiempo que está fuera de servicio disfrutando de una vida idílica en su granja de la Bretaña francesa, pues tiene ascendencia bretona por parte de su madre, e inglesa de su padre, quien murió como un héroe infiltrado en la Francia ocupada antes del día D. Por todo ello, la llegada de una carta perturba de forma rotunda su paz. En ella se le convoca inmediatamente a Inglaterra por “una cuestión en la que parece haber jugado un papel importante algunos años atrás”.
En Londres es recibido por un par de abogados en la nueva sede del servicio secreto. El asunto por el que se le ha llamado es que dos descendientes, un hombre y una mujer, de una pareja de compañeros de los tiempos de la Guerra Fría en la Europa del Este, han amenazado con iniciar una acción judicial por la muerte de sus respectivos padres en una operación de espionaje tras el Muro de Berlín. Para poder defenderse, el servicio quiere retroceder y profundizar en aquella actuación, la cual era la misma que formaba la trama argumental de El espía que venía del frío. Ciertamente, esta intervención concluyó trágicamente con la muerte de Leamas y su amante Gold, padre y madre, por separado, de los querellantes. Y el papel que esperan realice Guillam es que hurgue en su memoria para poder tener claro si aquellas fueron unas muertes heroicas en acto de servicio o, por el contrario, el Servicio Secreto cometió algún error del que se le podría imputar.

De esta forma, le Carré desarrolla ante nuestros atónitos ojos todo un despliegue de ingeniería literaria para ir navegando, por medio de la memoria, por todo su universo novelado en busca de los momentos precisos capaces de hilvanar una realidad adecuada. Y así se reúnen de nuevo los dos viejos amigos Guillam y Smiley, dos hombres inquebrantables y decentes, aún siendo conocedores de la maldad que supura en el mundo, quienes saben que el precio por perseguir unos ideales puede ser la muerte.
Quizá el propio le Carré haya querido autorretratarse en este viejo espía que en su vejez busca la verdad perdida a través de los años. Quizá pretenda acercarse a sus tiempos de logros oscuros, callados, pues puede que en su cabeza anide alguna decepción, algún lamento oscuro, alguna duda. Quizá quiera presentarse a un juicio final que le libere de algún conflicto interno. Quizá el “legado” de cualquier espía esté en las noches de insomnio de su vejez.