“Mientras aterriza en un aeropuerto europeo, Taru Watanabe, un ejecutivo de treinta y siete años, escucha una vieja canción de los Beatles que le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de los años sesenta…”

Murakami Haruki (Kyoto, 12 de enero de 1949), es un escritor y traductor japonés bastante popular por su escritura de fácil acceso, aunque no por ello carente de una profunda complejidad. Su influencia, desde la infancia, de la cultura occidental, sobre todo en lo referente a la literatura y la música, queda patente en sus obras, como podemos comprobar en la novela que nos disponemos a comentar.
“Tokio Blues. Norwegian Wood”, publicado en 1987 como su quinta novela se basa en su cuento “Firefly” (Libélula), que más tarde se incluyó en su colección de cuentos “Blind Willow, Sleeping Woman”. Contrario a sus expectativas y deseos, el libro se convirtió en un éxito nacional, con millones de copias, comprado principalmente por jóvenes japoneses, por lo que se vio obligado a salir del país durante unos años huyendo de la fama.
Su intención era que la novela fuera algo breve e informal, pero se convirtió en mucho más. Él la consideraba muy personal y autobiográfica, de hecho, gran parte de las experiencias de Toru Watanabe como estudiante universitario en la década de 1960 en Tokio se basan en la propia experiencia de Murakami en la Universidad de Waseda. Escribió la novela mientras estuvo en Grecia e Italia entre 1986 y 1987.
Desde su inicio, la novela se enmarca inmediatamente en el tema de la memoria: Toru recuerda dolorosamente su tiempo con Naoko mientras escucha “Norwegian Wood” en los altavoces del avión, una experiencia que lo transporta a una escena en la que, curiosamente, él está ausente. Estrechamente conectada con la comprensión interpersonal, la memoria es uno de los aspectos centrales del amor que sienten casi todos los personajes. También se podría vincular la memoria con el dolor de la soledad que incluso los muertos parecen sentir.

Porque, en cierto modo, el problema central de la novela es la cuestión existencial de mantenerse vivo; dicho sin rodeos, se trata de algo así como: “¿Por qué no suicidarse?” Todos los personajes se enfrentan a esta pregunta, pero especialmente aquellos que están a una relación corta de distancia de la muerte, por así decirlo, debido a un miembro de la familia o un ser querido que murió o, incluso, se quitó la vida. Toru se da cuenta desde el principio en su relación con Naoko de que los dos están buscando algo ausente y perdido, es decir, a Kizuki, y debido a esto, su amor parece alejarlos de la vida hacia el otro mundo. Sin embargo, Midori actúa como un contrapeso para Toru, haciéndolo volver a la vida.
Esto nos lleva al problema del tiempo que emerge más explícitamente en las reflexiones de Toru y Naoko sobre cómo Kizuki, quien, habiendo muerto, permanecerá en sus diecisiete años para siempre, mientras que su propia edad cambia cada año sucesivo. Que la novela comience con Toru diciendo que tiene treinta y siete años no es algo insignificante, porque a pesar de que no podemos saber cómo ha pasado los últimos diecisiete años, deducimos que ha continuado viviendo durante ese tiempo y probablemente ha madurado. Tal vez Norwegian Wood enfatiza la dolorosa inevitabilidad de crecer y cómo ésta está ligada a la marcha incesante del tiempo: a casi todos los eventos que suceden en la novela se les da una fecha para que el lector pueda sentir el paso del tiempo.
Para estar ambientada en uno de los tiempos políticamente más turbulentos de la historia japonesa moderna, Norwegian Wood parece sorprendentemente apolítica. Toru generalmente ve tanto a los fascistas en su dormitorio como a los estudiantes radicales izquierdistas que protestaban en su escuela con la misma indiferencia, bordeando el desdén y manteniéndose en su tranquila vida privada. Además de los antecedentes constantes que la política establece para la historia, dos episodios ilustran la actitud burlona de Murakami hacia sus contemporáneos: primero, la sorprendente declaración del profesor de arte dramático a los manifestantes que se apoderaron de su clase de que no hay problemas más importantes que los tratados en Tragedia griega; segundo, la queja de Midori sobre los grupos de estudiantes marxistas, arrogantes y sexistas. En ambos casos, Murakami argumenta a favor de la primacía de la experiencia de la vida ordinaria sobre consignas e ideas de gran prestigio.

No debemos olvidar que la novela misma está enmarcada dentro del intento de Toru de escribir sobre sus recuerdos: cómo la dolorosa claridad de sus recuerdos de Naoko le impidió escribir sobre ella, pero cómo con el paso del tiempo, una espada de doble filo, borró esos recuerdos y le permitió escribir. Del mismo modo, Toru escribe una gran cantidad de cartas, principalmente a Naoko, pero también a Reiko y Midori, en el transcurso de la novela, así mismo tiene muchas conversaciones. Durante un intenso momento de depresión, cuando no puede ver a nadie, la escritura de su carta es lo último que le mantiene en vida, independientemente de que no reciba ninguna respuesta. Aunque Toru generalmente encuentra una forma de expresarse debido a su honestidad y sinceridad, Naoko tiene problemas para traducir sus sentimientos en palabras que compartir con los demás, y esto sirve como la esencia de su dolor. La forma en que los personajes hablan en la novela a menudo nos dice más que las descripciones explícitas de sus personalidades o estados emocionales.
Naoko, como el único personaje con claros problemas psicológicos, se convierte en el centro de las preguntas sobre lo que significa estar enfermo. El propio Toru observa cómo su cuerpo se vuelve, a veces, más sano o más enfermo, lo que corresponde al estado de su mente, como su fractura cuando ella duerme con él y su perfección cuando le revela su cuerpo desnudo. En el ambiente peculiar de Ami Hostel, se revela la verdad oculta de que todas las personas están enfermas de alguna manera, ya que mientras uno sea humano, tiene ciertas vulnerabilidades. Mientras que en el mundo real estas vulnerabilidades están ocultas, lo que lleva a malentendidos y heridas entre las personas, en el sanatorio todos aprenden a comunicarse y apreciarse a sí mismos y a los demás, lo que en cierto sentido neutraliza la enfermedad.

No sorprende que haya varias referencias a la tragedia griega clásica teniendo en cuenta la fuerte sensación de inevitabilidad del destino en la novela. Como un optimista innato, Toru cree que mientras siga caminando hacia adelante con Naoko podrá superar cualquier dolor y dificultad; sin embargo, Naoko siente que ella y Kizuki estaban destinados a pagar por haber vivido una vida utópica. Por el contrario, Midori espera que la vida la recompense con un futuro rebosante de amor a cambio de la fatiga y la falta de afecto que ella cargó con la mayor parte de su existencia. Y una de las imágenes con que mejor lo refleja es la condición climática que ocurre con mayor frecuencia en la historia, la lluvia, la cual es una figura crucial para la novela. Desde el comienzo de la novela, cuando el avión de Toru aterriza en Hamburgo bajo la lluvia hasta escenas tan culminantes como la noche en que Toru duerme con Naoko, la lluvia crea una presencia de lo sobrenatural, o al menos una carga emocional que supera con creces la de la vida cotidiana. De hecho, incluso cuando no llueve, como el día festivo cuando Toru y Naoko caminan por los prados cerca de Ami Hostel, la lluvia se hace sentir a través de su ausencia.

En conclusión, Murakami ha sabido reflejar en esta historia de maduración, la melancolía y efervescencias de las relaciones de amor juveniles en el perturbador Tokio de la década de los sesenta del siglo pasado, desarrollando unos jóvenes personajes repletos de dudas, ávidos de experiencias, indecisos, temerosos, a quienes los sucesivos desengaños solo tienen sentido con el sexo, el amor o la muerte, a la cual consideran no como el final de la vida, sino como una parte más de ella. Con su exquisito sentido del humor, Murakami nos presenta un relato emotivo de la búsqueda del lugar que a cada uno le corresponde.
Esta historia fue llevada al cine en el año 2010, en una producción japonesa dirigida por Tran Anh Hung: