
Este artículo quiero dedicarlo a las personas que a lo largo de mi vida me han dado alternativas. Y también a las personas que toman la alternativa, como el Dr. Karmelo Bizkarra, la Dra. Margarita Mediavilla, y el equipo docente de la Escuela de Albalat.

Pseudologos es un personaje de la mitología con una historia curiosa e inquietante. Se consideraban “demonios” y, como a muchos otros personajes de la Mitología, se le atribuyen orígenes diversos y dispares; pero todos ellos están marcados por la tragedia de la exclusión.
Uno de los relatos señala su maternidad en la diosa Eris, la diosa de la Discordia, la Envidia y los Celos; la que desencadenó la Guerra de Troya al hacerle elegir a Paris entre tres diosas: Hera, Atenea y Afrodita. En el fondo Eris es como una diosa decepcionada tras su exclusión. A mí me recuerda a la bruja de La Bella Durmiente: no la invitan a la fiesta y maquina toda una estratagema para vengarse de ello.
Otra historia de la Mitología que también se le atribuye a Pseudologos afirma que fue creado por Dolos cuando trabajaba de ayudante de Hefesto. El dios de la forja había construido la escultura de la Verdad, “Aletheia”, y Dolos aprovechó una ausencia del maestro para forjar su propia estatua, Pseudologos, que era idéntica a la de Hefesto. Cuando éste regresó y se dio cuenta de que eran idénticas metió ambas estatuas en el horno. El problema es que a Dolos no le había dado tiempo a terminar su obra; le faltaba rematar los pies. Así, la Verdad caminaba erguida y firme, mientras la Falsedad lo hacía tambaleante e insegura.
Otra historia no menos trágica marca la descendencia de Dolos, el Engaño, y de Pseudologos, la Falsedad, como hijos de Éter, dios de la Luz Celeste que, junto a Gea, diosa Tierra, engendran a varios demonios del inframundo.
Dado este historial genealógico no es de extrañar que si queremos denigrar algo lo incluyamos en las “pseudociencias”. A este respecto hay multitud de ejemplos, algunos de los cuales se hayan en los propios libros de ciencias y, otros, en artículos de opinión. Hace un tiempo pude leer un artículo que realizaba una amplia clasificación de las “pseudociencias” y que incluía el reiki y las constelaciones familiares en el apartado de “sectas”. A este paso no tardarán en considerar la práctica del pino puente dentro de las sectas peligrosas. No voy a entrar en este artículo en “defensa” de estas pseudociencias ni en la crítica de la “laica inquisición”, como la llama mi amiga Inma. Prefiero citar dos artículos que creo que recogen todo lo que me gustaría comunicar sobre este tema. Uno de ellos, el primero, es del Dr. Karmelo Bizkarra; el segundo, de la Dra. Margarita Mediavilla.
El Dr. Karmelo BizKarra, cuando habla de la Ciencia de la Medicina, cita a personajes mitológicos y habla de actitudes vitales. Escribe el Dr. Karmelo que él es “médico; ni oficial ni convencional; ni alternativo ni complementario. Soy un médico que busca despertar la capacidad de autocuración en la persona enferma, acompañándole desde el lado humano”.
http://www.zuhaizpe.com/por-una-vision-integrativa-que-no-integrista-de-la-medicina/
Margarita Mediavilla es doctora en ciencias Físicas, y nos explica que “esta campaña contra lo que tildan de pseudociencias me rechina profundamente”.

Para mí es absolutamente extrapolable lo que aporta la ciencia y la pseudociencia de la Medicina y la ciencia de la Física a las ciencias y las pseudociencias de la Educación. En realidad, la Medicina, la Física y la Educación están corriendo la misma suerte en nuestro país últimamente. No son rentables para las ciencias políticas. Los faraones siguen ofreciendo sacrificios a los dioses. El sistema administrativo actual si te pones enfermo, te castiga con una multa: si se te ocurre coger una gripe o romperte una pierna o la enfermedad que se te haya ocurrido coger… pues te penalizan restándote tres días de sueldo de tu nómina. Otra de las últimas hazañas administrativas, secundadas por más de un docente (director), consiste en creerse la fantasía de que duplicando el género en las programaciones se avanza en justicia social. Y como están tan convencidos de ello proponen (¿?) un “¡curso!” para redactar las programaciones duplicando el género. ¡Dios mío! ¡Con lo resolutiva que es la Lingüística, que sabe de sobra distinguir entre género y sexo y utiliza con coherencia y pragmatismo el masculino genérico! Así son las ciencias políticas (exactas y nada alternativas).
Mi contexto cotidiano es el ámbito educativo y es por ello que hablo desde ese lugar, conocido y transitado por mí. Es curioso. Últimamente lo que vivo en las aulas es una demanda a gritos de los alumnos para que incluyamos en las clases muchas de las actitudes, que algunos llaman “pseudociencia”. Aún no lo piden por su nombre, pero no porque no sepan que existe; sino porque aún no conocen el nombre. Por eso a veces los docentes, que acompañamos en el crecimiento y en el aprendizaje, debemos aprender a leer las necesidades que nuestros alumnos nos están mostrando en los diferentes lenguajes de los que se dispone. Los alumnos necesitan asentir y validar sus emociones; en ocasiones, la necesidad de, como mínimo, mirarlas se hace palpable y acuciante; necesitan ampliar los niveles de su conciencia y abrirse a nuevos paradigmas de pensamiento; necesitan cuidar su cuerpo y descubrirse para conocerse; necesitan practicar el silencio que los lleve más allá de los mensaje repetitivos e invasivos… Pero, sobre todo, necesitan ampliar su mirada. A veces es suficiente con abrirla un poquito. A veces es suficiente con abrir ligeramente la ventana para que entren aires frescos y limpios. Por ello no puedo estar más en desacuerdo con la inquietante petición de algunas asociaciones “laicas” de cerrar la formación de los docentes, que tenemos la tarea de abrir cauces de aprendizaje y crecimiento. Una sociedad “laica” no sé lo que significa; pero no puede significar una sociedad sin alma.
Ya sé que en la historia del pensamiento de la humanidad la ciencia ha utilizado sistemas de definición por negación muy a menudo. De esta manera sea definido al niño como lo que aún no es adulto y a la mujer por lo que no es hombre (la ausencia de pene) … No será hasta hace poco que la Psicología del Desarrollo empiece a hablar de la infancia y de la vejez como etapas de un proceso de crecimiento, que pueden estudiarse separadas del periodo adulto. Quizá necesitemos un poco más de tiempo para corregir nuestra definición de mujer y podamos incluir en ella todas sus facetas. A veces se requiere tiempo para llamar a las cosas por su nombre: hace poco, el Presidente del Gobierno de este país llamaba a la dictadura de Franco, “sistema no democrático”.

No puedo dejar de pensar en lo compleja que se vuelve la práctica docente en estos tiempos que vivimos. Quizá creamos que podemos contar el cuento del “Patito feo” al niño o adolescente que se siente feo, y explicarle que un cisne es un patito hermoso y, por ende, una rana es un renacuajo hermoso y un adulto es un niño hermoso… No sé si eso de describir y definir por negación puede incluirse en el círculo de la ciencia, pero, desde luego, es insuficiente para abarcar la dimensión de lo que implica vivir inmerso en procesos y en sistemas, que siempre son más amplios que el propio individuo.
Lo que sí podemos hacer, porque eso sí está en nuestras manos, es dejar que suceda todo lo que suponga una amplitud en la mirada; aquello que nos permita ser seres más completos y vivir una vida más íntegra.

Dejemos que se abran a lo que las Constelaciones Familiares llama “sistema familiar”, la Zoología, “nicho ecológico o ecosistema”, la Historia, “historia”, la Geografía, “Mundo”, la Ciencia, “Universo”, y la Lingüística, “Adecuación”. Dejemos que se abran a la vida en todas sus dimensiones. Para que sepan que son lo que han sido y que está en sus manos (aunque sean otras manos) lo que serán. Dejemos que tomen del árbol del Bien y del Mal… Dejemos que levanten las alfombras del conocimiento. Bajo la alfombra pueden encontrar polvo y trastos viejos. Está bien. Sabrán que les pertenecen. Puede que bajo la alfombra encuentren aromas nuevos, aunque conocidos, perfumes que les llevan al recuerdo de su madre arropándoles con una manta (cuando ya no eran tan niños). Y de adultos puedan abrirse al momento en el que acompañen en la muerte a sus padres y sientan tristeza y alegría. Está bien. Sabrán que les pertenecen, que no son incompatibles. Y estarán listos para asentir a la vida.
Como le dijo un Maestro a su discípulo: “Lo importante no es si hay vida después de la muerte, sino si hay vida antes de la muerte”.

Pseudologos cojea un poco y camina ladeado; por lo que resulta fácil distinguirlo entre la multitud. El “defecto” de Pseudologos le da un lugar y una identidad. Explica la Paleontología que es gracias a un “defecto” que surge la especie de los primeros homínidos (así lo explica la teoría de la neotenia B). El ser humano en su completitud incluye también la imperfección. A veces cojea.
Me pregunto cuál es el referente exacto de “pseudociencia”. ¿Es pseudociencia la teoría geocéntrica? Durante tiempos estuvo dando significado al hombre hasta que un científico (¿no lo era el anterior?) planteó la teoría heliocéntrica. La tierra giraba alrededor del Sol antes de que lo descubrieran (o eso creemos). Tardaron unos años y varias hogueras en admitirlo (y algunos aún andan pidiendo perdón).
Ante los nuevos retos de la Escuela creo que Pseudologos puede ser muy buen compañero de viaje. Quizá incluso mejor que Aletheia. Ésta nos sitúa en las certezas. Pseudologos nos abre a las dudas y éstas al discernimiento. En el fondo, lo que cambia en el contexto educativo no son las preguntas; yo creo que las preguntas siempre son las mismas. Lo que cambia es la manera que tenemos de formularnos las preguntas. Y eso implica nuevas formas de respuestas. Se imponen, pues, nuevos modos de establecer pactos con la existencia; nuevas formas de acercarnos a lo cotidiano y de responder a la nueva reformulación de las preguntas de siempre.
La Verdad camina erguida, pero no siempre sabemos dónde para. Suelo decir a mis alumnos que la realidad (¿la verdad?) es una (o varias) y que las personas tenemos diversas maneras de leer la realidad. Doy clase de Lengua y las palabras es lo que tienen. A veces decimos “valiente” y, otras, “temerario”; a veces decimos “cobarde” y, otras, “cauto”; a veces decimos “delincuente” y, otras, “héroe”; a veces decimos “fugado” y, otras, “exiliado” … No siempre ponemos el núcleo del sintagma en la misma palabra: a veces lo ponemos en “presos” y, otras, en “políticos”. Debe de ser por esto que la Lingüística no se considera una ciencia. (No sé si por ello es pseudociencia). ¡Curioso! ¡Se habla de ciencias políticas! En fin.

En los libros de ciencias suelen considerar a la mitología como pseudociencia y también la astrología. La realidad es una, o eso nos dicen, y la Verdad camina erguida y firme. Pero Dolos creó a Peudologos. Quién sabe si fue una forma de sembrar la discordia entre los humanos. Junto a la Mitología forman filas las Leyendas y los Cuentos de Hadas. Es decir, un ligero batiburrillo entre realidad y verosimilitud; realidad y ficción… minucias… Tan sólo el eterno dilema entre materia y espíritu, reducido a unas pocas líneas estructuradas en dos columnas: Ciencias y Pseudociencias. (En dos palabras.)
Es por ello que yo no voy a escribir sobre si las constelaciones familiares son o no pseudociencia; tampoco lo haré con la teoría geocéntrica que, por cierto, aunque no es verdad, es una metáfora muy veraz pa describir actitudes humanas. De igual manera tampoco voy a poner en tela de juicio la dimensión científica de las cadenas tróficas; no discutiré sobre la falsedad o veracidad del ciclo de las rocas o la metamorfosis del gusano de seda.

“Constelaciones familiares” es una manera de nombrar. Es un sintagma nominal que designa una realidad que existe más allá del sintagma que nombra. A veces los nombres trascienden la realidad que designan, como ocurre con la palabra poética, y defiende el movimiento vanguardista Creacionista liderado por Huidobro. Y otras veces, muchas, la realidad trasciende el nombre que las designa. Esto último es lo que sucede con las constelaciones familiares. El sintagma designa una realidad que lo trasciende. No importa que el sintagma esté patentado (Creo que Bert Hellinger lo acuñó en “copyright”). No importa. Porque la Vida es más grande que el sintagma. De hecho, el propio Hellinger escribió, en una ocasión, que las personas que vivían en contacto con la tierra no necesitaban constelar porque ya estaban enraizados. Si un árbol no está enraizado no puede sostenerse ni alzarse hacia el cielo. Es por ello que no se trata de “limpiar” las raíces, sino de asentir a ellas. ¿Qué sentido tendría “enjuagar” las raíces? El árbol moriría.
Habrá que informar a algunas personas “laicas” que suprimir el nombre de “constelaciones familiares” es muy fácil.

Pero la actitud queda trascendida en la realidad que el sintagma designa. Tendrán que pedir también que se eliminen del currículum los contenidos sobre las placas litosféricas, la formación del grafito y del diamante; las proposiciones subordinadas adjetivas especificativas y explicativas; las mutaciones genéticas o la epigenética; todo aquello que nos pone en contacto con la realidad existencial de que formamos parte de un todo más grande que nosotros; que no siempre lo que nos sucede está en manos de nuestra voluntad consciente….
Quizá entonces podamos encontrar diferentes modos de responder las preguntas que nos interesan y nos implican.
Algunos relacionan las constelaciones con sectas y gurús. No importa. El nombre sólo designa. La realidad lo trasciende. Porque cuando el niño o adolescente entra en el aula ya se coloca en un lugar, ocupa un sitio, dirige su mirada a los demás o a sí mismo, necesita el parloteo mental para no encontrarse a solas consigo mismo o prefiere el silencio que le permite la introspección. El lugar que ocupamos y la dirección de nuestra mirada ya nos hacen partícipes directos de esta secta llamada “Mundo” y de este gurú llamado “Vida”. Vivimos inmersos en la cotidianeidad de lo fractal, bien sea en las matemáticas o en la col romanesco. Siempre podemos cuestionar si las matemáticas fractales son un ejemplo de pseudociencia o qué gurú dirigirá la secta de la col romanesco al vapor. No sé.
En religión, en literatura, en lingüística, en arte, en filosofía, en ciencia… estará presente la actitud del principio sistémico. A través de los frutos de Tántalo, de la teoría heliocéntrica, los adjetivos calificativos, el ciclo del agua, los ecosistemas, las matemáticas fractales… la col romanesco. No importa el contenido que medie: pueden ser rocas erráticas o chimeneas de hadas; nichos ecológicos o el ciclo de las ranas; los poemas de Huidobro; la Sexta Sinfonía de Beethoven; la caja de Pandora o el oráculo de Delfos; las falacias argumentativas o la coherencia textual; pueden ser las incógnitas que se despejan y las raíces cuadradas; pueden ser las líneas mixtas… En realidad, la actitud sistémica estará presente en cualquier vivencia que suponga abrir una ventana donde pueda entrar el aire fresco, que me permita asentir a lo que soy desde el lugar que ocupo, y que despierte en mí una actitud de Tomar (no de pedir ni exigir) lo que ya ha sido dado, que es la Vida. Me gusta esta frase de Carl G. Jung: “No voy a cometer la estupidez tan de moda de considerar como falso todo aquello que no puedo comprender”.
Por otro lado, si el acompañante en este proceso ya ha asentido a esta actitud de Tomar o lo hace en el durante del acompañamiento; si lo hace desde el amor respetuoso que no usurpa ni sustituye el lugar del otro… Si esto sucede. Si tenemos la suerte de que suceda a nuestros hijos y a nuestros alumnos, dejemos que suceda, agradezcamos que suceda.
No tenemos una vida, la Vida nos tiene a nosotros. Formamos parte. Y no vayamos a creer que esto es una gran innovación. Como diría mi compañero José Manuel López Blay, “seguro que ya lo practicaban algunos maestros de la Primera República”. Y no es de extrañar teniendo en cuenta que ya lo practicaban, de hecho, los primeros homínidos allá por la prehistoria. Los paleontólogos escriben que la medicina tiene su origen en las primeras intervenciones de los chamanes. Desde entonces se va configurando una actitud que considera que puede “intervenirse” en el proceso de salud. Por eso pienso que de ahí viene también la actitud primogenia de la educación como un lugar donde también puede “intervenirse”.
Dice el Dr. Karmelo Bizkarra que a él a veces le preguntan si es “médico médico”, y que él suele contestar: “sí, sí”. Eso me recuerda al nombre del Homo Sapiens Sapiens. En el fondo, hasta tiene sentido esta doble pregunta: ser médico y ser consciente de que lo eres. Lo curioso para mí es lo del “Homo Antecesor” por todas las metáforas que me sugiere. A veces nos sucede esto a las personas en nuestro proceso de crecimiento: encontramos después lo que iba antes.

A menudo nos preguntamos qué es la Verdad; aunque yo creo que más bien la Realidad es lo que permanece insondable e inexcrutable. La Verdad es el camino que tomamos para acercarnos a la Realidad. Y es un camino con multitud de bifurcaciones. Hay caminos angostos, pedregosos y llanos; senderos estrechos; autopistas despejadas y mañanas soleadas. La Verdad no es una (quizá ni la Realidad lo sea). La Verdad se construye con certezas. Y existen tantas verdades como certezas y cada una erige su propio gurú. Existe la verdad científica, que comienza desde la observación y la intuición, y deja de serlo cuando otra verdad científica amplía la mirada de la anterior teoría. Existe la verdad religiosa, en la que media la trascendencia; la artística, en la que media la proyección; la literaria, desde la ficción; la lingüística, desde la discriminación; la judicial, que se apoya en sus propias certezas (es legal lo que la ley dice que lo es) … La Verdad se elabora desde diferentes puntos de vista: “veo, observo, experimento, concluyo, siento, pienso…” Lo común en todos ellos es la necesidad del sujeto. Sin sujeto no hay acción. Y la presencia del sujeto modifica la realidad observada. No se sabe si este hallazgo de la Física Cuántica será ampliado con el tiempo. Por el momento, la Realidad permanece inexcrutable más allá de nuestras creencias, más allá de nuestros sentimientos de certeza (sea científica, artística, política, judicial, histórica…).

La mirada restrictiva a las respuestas alternativas ante la Vida es, cuanto menos, paradójica y limitante. Limitante porque nos hace elegir cuando podríamos tener las dos opciones. Un médico oriental, que practicaba la acupuntura, dijo, en una ocasión, que la medicina oriental era más completa que la occidental porque ellos tenían la suya y la nuestra, y nosotros sólo “tenemos” la nuestra. Pues sí. La “nuestra” es la que algunos consideran científica y la “suya” la que estos mismos consideran alternativa, pseudociencia y secta. En fin. Curiosa forma de autoimponerse una limitación innecesaria. Curioso que se asocie “alternativa” a “pseudociencia”. La palabra “alternativa” es cierto que tiene un significado ambiguo. Por un lado, es sinónimo de opción y de elección; por otro, se emparenta con dilema y encrucijada. Es como si contuviera las dos actitudes de la coordinación: la copulativa y la disyuntiva. De esta manera, la propia palabra lleva integrada su propia alternativa. Es como si Pseudologos fuera una alternativa a Aletheia; como si la Falsedad fuera alternativa a la Verdad. Y como si alternativo fuera sinónimo de incompatible. Como si la Verdad y la Falsedad fueran antónimos. Dolos creó algo alternativo a Aletheia. Y lo hizo perceptible con su cojera. Su “defecto” lo distinguía. Pero ambos no eran incompatibles. De hecho, Hefesto las metió juntas al horno para configurarlas. Quizá, la Verdad no tenga antónimos; sólo alternativas. Es decir, quizá la Verdad sólo se muestre a través de las diferentes alternativas. Y Pseudologos no sea más que una alternativa para hacer visible a Aletheia. No lo sé. Pero es una mirada pseudocientífica que me parece interesante transitar. Cuando voy en bici y cojo un camino que me lleva a un lugar sin salida (al menos, de fácil acceso), me acuerdo de una frase que leí en una ocasión: “Todos los caminos merecen ser transitados, aunque no lleven a ninguna parte”. Y es cierto: lo merecen; aunque, a veces, sólo nos queda volver sobre nuestros pasos con la bici y el cansancio a cuestas.

Por otro lado, esta mirada restrictiva también es paradójica, como he ido comentando en lo anteriormente expuesto. No importa el nombre cuando la realidad lo trasciende. No importa que utilicemos la palabra “mandala”; el Cosmos seguirá existiendo. No importa que escriba o no “fosfeno”; el Sol seguirá brillando. No importa que escribamos o no el sintagma “constelaciones familiares”; seguiremos teniendo un padre y una madre, aunque no los conozcamos o nos reconozcamos en ellos, y la Vida, la Muerte y el Destino seguirán siendo más grandes que yo mismo.
Como dice María Colodrón: “La auténtica constelación, y quizá la única, nos la da la Vida”.

Alguna asociación de “laicos” ha propuesto eliminar las constelaciones familiares del currículum educativo y demandan quemar en la hoguera todo lo que suene a sistémico. Quién sabe si alguna asociación de “políticos” tendrá la ocurrencia de demandar a los centros educativos por incluir en el currículum el tema del parasitismo como relación interespecífica en la cadena trófica… igual lo demandan por intrusismo laboral. También puede haber asociaciones de “amigos de la igualdad” que consideren sectarios los morfemas flexivos de género y demanden al currículum de Lengua por el principio de economía lingüística y al gurú que lo enseña en la Universidad. O, por qué no, asociaciones de “amigos de la electrónica” que consideren pseudociencia todo aquello que no lleve enchufe. No sé yo en nombre de qué dios laico y en nombre de qué valor igualitario o en nombre de qué ganancia crematística o secundaria se pueden plantear semejantes demandas; pero ahí están.
La Escuela no puede atender estos aranceles. Está en otras. No dudo de que estas asociaciones de laicos, de políticos, de amigos de la igualdad y/o de la tecnología… tengan sus propias creencias, que ellos llaman razones (ya suele ocurrir que llamemos razones a nuestras creencias, que no son más que nuestros sentimientos de certeza). Pero no es posible imponer creencias limitantes y restrictivas en el currículum de un proceso educativo y seguir llamándolo “proceso” y “educativo”. ¿Qué nos queda si eliminamos de nuestro currículum todos los contenidos referidos a la Vida como principio sistémico, y si eliminamos el discernimiento como actitud vital…?, ¿qué nos queda…?, poca cosa: imposiciones legales y parafernalias varias. Hasta tendríamos que quitar de las verbenas populares la conocida canción de Karina: “La vida es una tómbola, ton, ton, tómbola…”
Lo único posible es el diálogo, el debate; la apertura de posibilidades para que la comunicación también sea entendimiento. Y eso no es posible con exclusiones, restricciones y censuras. Sólo abriendo, no sólo los canales de la comunicación, sino también el resto de elementos que configuran el acto comunicativo: los códigos, los contextos… el receptor; pero, sobre todo, el emisor, para que esté dispuesto a escuchar y a integrar creencias diferencias a las suyas.
Para estos, y para todos los otros, recomiendo un vídeo de Fidel Delgado: “Vivir en modo infinitivo”.
